Tarde para arrepentirse.
Cierto día un muchacho le dijo a su maestro:
_Estoy triste porque he roto una gran amistad.
_¿Por qué fue? ¿Que ha sucedido?_preguntó el maestro.
_Un día supe que él había dicho de mí, a mi madre, que no soportaba alguno de mis comportamientos, enojado conté a dos de nuestros amigos un secreto que él guardaba celosamente.
_¿Y que quieres hacer ahora?
_Quiero arreglar el problema de alguna manera. Maestro dime ¿que puedo hacer para remediarlo?
El maestro fue hasta un armario, sacó de allí un almohadón de plumas, lo abrió, sacó dos puñados, los entregó al muchacho y dijo:
_Corre a la plaza principal, ponte en el centro y arrójalas. Vuelve a verme en tres días.
El joven salió con los dos puñados de plumas en las manos e hizo lo que su maestro le dijo.
Tres días después fue a la casa de su maestro.
_¿Haz hecho lo que te he mandado?- preguntó el hombre.
_Si maestro- contestó él-
_Bien, ahora ve y júntalas todas y tráelas.
El muchacho corrió desesperado a buscar las plumas, pero solo encontró dos de ellas. Intrigado fue a llevárselas a su maestro.
_¿Por qué me enviaste a hacer eso? ¿Es que de ese modo podré sanar el error que cometí?
A lo que el hombre respondió:
“Los puñados de plumas representan al secreto que tu lanzaste al aire al revelárselos a esos dos amigos, y las plumas que recuperaste son las que entregaste a ellos. Ellos seguramente se lo contaron a otras personas. Ya no podrás volver a guardarlo, porque ese secreto voló como plumas, y no sabrás donde están quienes tienen ahora en su poder esas plumas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario