lunes, 9 de diciembre de 2013

Reflexion: Kamilo me dijo lll


Kamilo me dijo III
En el campo de la voluntad y de la fe, se siguen los caminos aunados en el amor. Todo pasa por ser creadores de nuestro destino, por supuesto, y aunque pensemos que el destino ya lo tenemos marcado, también debemos saber que gozamos del “libre albedrío” que nos permite ir haciendo nuestro camino.
¿Que es lo que nos deja cambiar el rumbo?
Creo que es la voluntad de superar los límites, los conflictos, las calamidades, nuestras inseguridades. El saber que todo pasa hoy y no sabemos que será mañana. Que cuando no estamos seguros de algo es porque solamente debemos seguir otro camino que brinde la seguridad que deseamos. Que cuando abrimos el pecho y dejamos nuestro corazón a la vista de todos, corremos el riesgo de que se enfríe. Que aún somos niños grandes y siempre estamos aprendiendo.
Creo, también, que la fe es imprescindible. La fe, la confianza, la certeza, el convencimiento, la seguridad o como quieras llamarla nos da la pauta de que lo que deseamos va a suceder.
En el momento de crisis, cuando pensamos en bajar los brazos y tirar la toalla es cuando debemos tener presente al Amor. Si, Amor con mayúsculas. Amor sin heridas. Amor que nos energice, que nos ilumine. Que nos deje sentir el calor de los que nos aman de verdad.
Cada quien sabe lo que debe hacer, está dentro nuestro diciéndolo, solo debemos escucharlo.



sábado, 7 de diciembre de 2013

Romance del gato enamorado

Ronda, el gato, en el tejado.
Mira la luna llena.
Se asombra embriagado de amor
por su belleza.

La luna le guiña un ojo.
El gato se enamora.
La luna se encoge de hombros.
El gato llora que llora.

_Ay! Lunita que me miras
con tus ojos tan celestes.
Ojos de estrellas cautivas,
me cueste lo que me cueste.
Me cueste un salto al vacio,
me cuesten las siete vidas,
me cueste el hacerme daño,
por llegar a tì, mi niña.

Asùstase la luna llena,
de ese gato enamorado, 
que era capaz de perder,
sus siete vidas de un salto.

Se escondió detrás del cerro.
Y apagó su luz blanca.
Nunca màs apareciò.
El gato espera hasta el alba.

jueves, 4 de julio de 2013

Quimeras de una loca




En quimeras te encontrè
pasando la vida inventando
las caricias que ni un santo
podrìan darte a tì.

“¡Estás loca!”
Te decìan,
los que a tì se acercaban
para seguir las pisadas
del fantasma de tu ensueño
que te dijo ser tu dueño
en pesadilla, despierta.

¡Oh! ¿Qué mal habrás hecho?
¿Cuál serà tu historia?
Solo existe en la memoria
de tu pasado incierto
que un hombre por despecho
solo te dijo “¡adiòs!”
causándote el dolor
que hasta hoy te acompaña.


La Soledad. Asì le decìan a Toribia Aurelia Jerez, la tìpica loca del pueblo. La mujer que asusta a los niños y conversa con los viejos. La que cada Navidad lloraba de emociòn al ver las luces de las bengalas y lluvia de estrellas. Esa que, cuando llueve, va a buscar refugio a la puerta de la iglesia y siempre encuentra allì un colchòn y una manta que le deja doña Eva, la que le limpia y plancha al curita.

“¡Sal de aquì, mujer mugrienta!”
Solia decirle su hermana.
Pero nunca se fijaba
que llevaban la misma sangre
y que por loca que fuera
estaba allì a la espera
de un abrazo milagroso.
Un abrazo que le diera
un calor que ni soñaba,
que la encuentre acorralada
de tanto cariño, quisiera.


Pero un dìa pasò lo que tanto temían.
La Soledad se quedò quietita, quietita en la puerta de la iglesia y asì fuè que empezaron a llegar todos los vecinos a observarla, miraban a Toribia Aurelia Jerez, la mujer que en su locura enredaba un amor de novelas. Besos en el aire, caricias en sus caderas y abrazos a desconocidos creyèndolos su amante.
Pero cuando llegò el doctor… no podìa hacerse nada. La Soledad se habìa ido para, quizàs, volver algún dìa vestida de àngel y cuidar de los que tanto la despreciaron, la corrieron y humillaron. Porque “la loca” no era rencorosa, ella decìa :“que la luna estaba allì, para cuidar de los que no sabìan donde esconderse para protegerse de su propia desidia”.
“Que el mar se enojaba cuando a ella la ignoraban, pero que ella no podìa enojarse porque no era el mar”.
“Que la lluvia era el canto del cielo que alegraba a las plantas que se entristecían cuando los hombres malos se reìan de ella”.


Asì callò su voz,
una tarde de primavera
la mujer que en espera,
solo quiso alimentar,
un amor que fue fugaz
pero en ella hizo estragos
esperando los halagos
del hombre grosero y mordaz.

Sin llantos, ni lamentos
se dispuso el entierro.
Solo aplausos de homenaje
hubo en aquel cementerio,
y el silencio en despedida
de la Soledad, que en vida,
supo ser amiga de todos.


Rosario y Samuel



En un jardín perfumado
de jazmines, lirios y rosas
te busco entre las sombras
de un coposo nogal
que nos sirvió de portal
la noche que te besé.

¿Dónde estás, amor?
¿Dónde?
Te busco sin respirar,
adonde voy no te encuentro.
Mis pies cansados están,
en el silencio te escondes.
¿Es que no quieres venir?
¿Es otra la que se opone?
¡Ya no me mientas mas!
¡Te faltan pantalones!

Rosario corrió hasta el río. Se desnudó y entró en él para poder así, conectarse con sus sentimientos y de ese modo aclarar sus pensamientos.
Nadó…nadó… y nadó.
Ya cansada, agotada por el esfuerzo, salió del agua y se acostó sobre una inmensa roca. Su corazón latía al ritmo de sus pensamientos que iban a una velocidad increíble. Pasaban por su cabeza recuerdos de su infancia y de su adolescencia que se mezclaban con los de su juventud. En ellos estaba siempre él, su amor, sus besos, sus caricias rodeándola por completo.
Su piel se erizaba y sus pechos…. Ah! Sus pechos también!
Cada centímetro de su piel le pertenecía. Cada beso
suyo era para èl. Cada suspiro era por él.
No pudo mas……. Gritó y lloró. Lloró y gritó, sentada y
abrazada a sus piernas con la frente puesta sobre las rodillas. Se repuso. Acomodó su largo cabello del color de la noche que brillaba con la luz del sol.
Volvió al agua.
Jugó con los peces que la rodeaban curiosos. Se zambullía en el agua una y otra vez para sentirse acariciada por ella. Las ramas de los sauces se enredaron en sus cabellos dejando en ellos su aroma de verde que contrastaba con el color almendra de su piel.
Ya era tarde, escuchó ruidos y tuvo miedo…mucho miedo.
Giró su cabeza buscando con su vista las ropas. Las vio, no estaban lejos. Salió del río, se vistió rápidamente y corrió a gran velocidad hacia su casa.
Al llegar encontró a su hombre amado…por el que rato antes había llorado por creerlo perdido.
Lo beso…lo beso mordisqueándole los labios mientras, colgada de su cuello lo enredaba con sus piernas por la cintura. Él aceptó gustoso, pero…de repente la muchacha comenzó a golpearlo.

¡Te busqué y no estabas!
¡Me tienes enceguecida!
¿Podré yo, algún día
saber que me perteneces?
¿O pagaré con creces
este amor de idolatría?

¡Ya no soporto más,
tus engaños e injusticia
de saber que es noticia
que otra ya es tu dueña,
pensando que en ella sueñas
siempre caigo de rodillas!

Samuel quedó callado. No salía de su sorpresa.
Él era un muchacho sencillo, de pocas palabras. Mantenía el orden en su vida de una manera impecable, casi perfecta, pero ella…. No sabía como manejar la situación, se sentía desbordado. Sin mediar palabra se quitó de encima a la chica y comenzó a caminar hacia su casa. Los gritos de Rosario se escuchaban, seguramente, hasta la casa de los vecinos.
¿Cómo podía pasarle esto a él? No sabía que decir, no entendía ¿Por qué ella reaccionaba así? ¿Quién le había dicho semejante cosa?
Eran demasiadas preguntas a las cuales no sabía que responder.
Caminó, y caminó sin levantar la mirada. Pateaba las piedras que encontraba en el camino como para sacarse de adentro la rabia. Y otra vez las preguntas y otra vez el silencio…
El sol comenzaba su despedida, los árboles se veían opacos y en sus ramas, los nidos apretados de pájaros que comienzan a llegar alborotados de alegría al encuentro familiar, piensa.
El ruiseñor sigue con su canto y los otros pájaros, competidores, lo acompañan en ruidosos trinos. Es hora de dejar las labores, los horneros con sus cantos acompañados de aleteos en la puerta de su casa de barro, dan un hermoso espectáculo amoroso al chocar con sus alas a su pareja. Las tijeretas, sin embargo, lucen en vuelos audaces capturando los primeros
insectos de la noche, sin descuidar el nido.
De repente….pst!...pst! Una lechuza parada sobre un poste despliega las alas y vuela hasta un árbol seco.

Pájaros de mil colores,
de vuelo alto y parejo,
es posible que viejo
yo tenga sabiduría
pero hoy, en este día,
no me viene a la memoria
una similar historia
a la que estoy padeciendo,
con gritos, golpes,
tormentos,
sin poderme defender
de esta bella mujer
que me tiene enamorado.

Los sonidos del anochecer se volvían ensordecedores, la  magia de aquella noche cuando se dejó atrapar por los ojos de esa morocha, se esfumaba.
Samuel siempre la respetó, desde el momento en que la besó supo que la amaría para siempre.
Las piernas comenzaban a pesarle, los pasos se hacían cada vez más lentos, era como si no quisiera llegar a su casa para no tener que encontrarse con la soledad de su pieza oscura y húmeda.
De repente… Samuel mira hacia atrás y ve a Rosario correr hasta él.
Se veía con el rostro desencajado, el cabello alborotado y sumamente agitada.

Amor… te pido perdón
por el maltrato que dí.
Es que tengo cicatriz
de otro que en mi recuerdo
me dice que no es cierto
lo que dicen de su amor.

Sé que no lo mereces.
Sé que debo disculpas.
Pero entiende, amor,
me insulta
el pensarte a vos, infiel.

Por eso cada amanecer
me refugio en las penumbras
de pensamientos dañinos,
en vez de escuchar los trinos
de los pájaros cantores
que dan a sus compañeras de amores
en sabio salmo coherente,
que persigue la cimiente
de una vida cadenciosa.

Lloraba tratando de abrazarlo a la vez que Samuel se alejaba caminando hacia atrás. Él trataba de mantenerse tranquilo, no hablaba y su miraba era esquiva.
Pero la hermosa Rosario cada vez se alteraba más. Sus manos temblaban tapando su rostro, los sollozos eran, ahora, gritos cobardes de perdón.
El pobre Samuel sumido en la tristeza de sentirse desafortunado por haber entregado su amor a esta joven tempestuosa, que no supo valorar su entrega, caminaba lentamente alejándose del lugar dejando a Rosario
sin palabras.
Caminó hasta su casa sin poder dejar de pensar en ella. Todos sus pensamientos reflejaban la quietud del lugar.
La primera mirada… el primer beso… las caricias, y …¡uf! La locura del amor de adolescentes que soltaba la mano del niño que fue hasta ese día. Todos sus recuerdos se movían lentamente, disfrutándolos uno a uno.

Cuando eras niña creí,
que nunca me mirarías.
Llegué a pensar que un día
solo serías, distante,
la mujer que en tu talante
a otro daría su amor
sin escuchar al corazón
que sabe dar buen consejo.

Entonces cuando te tuve
en mis brazos de hombre ansioso,
en lugar de dar reposo
a las ansias de mi sentir,
solo quise conseguir
que me amaras, pretencioso.

Llegó a su casa y se tirò en la cama y lloró como nunca antes lo había hecho. Samuel era un hombre poco sensible, pero esta situación lo sobrepasó.
A pesar de que era muy joven, sabía que la vida no era fácil que debía adquirir mas experiencia, pero aún así estaba dispuesto a tratar de resolver todos y cada uno de los problemas que se presentaran para darle a Rosario una vida digna y feliz. Pero no podía dejar que ella lo maltrate injustamente. Los fantasmas de la infidelidad aparecían a cada momento en la vida de la muchacha y eso a Samuel lo dañaba, lo incrustaba en una pared sin poder salir de ella. Se sentía tan indefenso por no poder dar respuesta, que provocaba en él un desgaste de energía que lo dejaba abatido.
Sintió el cansancio y durmió por algunas horas.
Soñaba que Rosario estaba al borde de un acantilado con un vestido de fiesta  color celeste, lo miraba sonriente y extendiéndole ambas manos le decía “Adiós”. Al acercarse él, ella comenzaba a caminar hacia atrás corriendo el peligro de caer al mar, entonces Samuel intenta abrazarla para evitar su caída y no lo logra, Rosario cae por el acantilado perdiéndose en la rompiente. Samuel cubre su rostro con las manos y siente, a sus espaldas, una vos suave que le dice “Samuel, estoy aquí”. Se despierta sobresaltado. El sueño se había
mezclado con la realidad. Rosario estaba allí, metida en su cama, totalmente
desnuda, dispuesta a la entrega para amar otra vez a su hombre.
Samuel salta de la cama sorprendido, no podía creer que Rosario estuviera allí nuevamente, como si nada hubiera pasado.
Fue al patio, se sentó bajo el viejo roble y comenzó a llorar. La joven salió de la casa y se acercó a él. Las manos de ella comenzaron a recorrer su cuerpo, estaba sentada en el suelo frente a él, sin sus ropas, pero vestida de pasión.

_El amor que prometí
ya lo debes olvidar.
Todo fue hecho al azar,
te pido que me perdones.
No tengo los pantalones
que necesito tener,
me debes comprender
y olvidarme, por favor..

_Mi amado, me prometiste
darme todo tu amor,
sin clemencias, ni pudor,
sin aristas que se metan
en la cama que dispuesta
estaría siempre para el amor.

_Pero… Rosario.
¿No entiendes?
Lo nuestro se terminó.
Ya no soporto el dolor
de sentirme fracasado
en tus brazos no he hallado
respuestas a mi cariño,
y me siento como un niño,
apretado de dolor.

_Samuel, te amo.
Y si te parece extraño
este sentir tan mío,
es que tu eres el mar
y yo solo soy río,
y no nos podemos juntar.
En tu gran inmensidad
me siento pequeña y frágil,
por eso reacciono así
ante la mas fina sospecha
de otra que en alerta
este esperándote a ti.

Samuel se puso de pié. Se dirigió a su habitación, recogió las ropas de Rosario y le pidió que se vista y se vaya.
Sin mediar palabra, la joven obedeció y se marchó perdiéndose entre las sombras de la noche.
Rosario estaba aturdida, se sentía en falta, pero también despreciada.. tenía que arreglar la situación de manera urgente, Samuel estaba dolido y le pidió que lo olvidara ¿Qué lo olvide? ¿Cómo se hace para olvidar un amor como ese? Sentía que era imposible, que no podría estar sin él, pero también era demasiado orgullosa para arrastrarse a sus pies, pensaba.

No podría jamás
ir corriendo a sus pies
y mendigarle su amor,
y aunque me cause dolor
solo sería un disfraz
que no podría aplicar
para arreglar la situación.

¡¿Qué cree?!
¿Qué soy tan débil,
que no puedo estar sin él?
¡Ay! ¡No puedo creer
que esto a mí me suceda!
Estoy dando por tierra
todo lo que construí
y dejando cicatriz
de tanto orgullo que tengo.

Samuel estaba muy apenado y también muy atormentado.
Ya no podía dejar que ella lo siga lastimando así. Ya no deseaba componer la relación nuevamente como había ocurrido antes, y antes de antes…
Sabía que Rosario no volvería, que él debería ir a buscarla, como siempre. Pero ahora no estaba dispuesto a repetir la historia, había tomado la decisión de terminar con ella y ya nada lo haría cambiar, debía ser fuerte, lo haría a costas de lo que sea.

¡Ay noche que me escuchaste,
aquella vez que lloraba
pidiendo que me aclararas
si su amor era verdadero!
Hoy te pido, sé sincera
dime si es mejor ir contigo
al encuentro de un destino
que sea mejor que éste.

La noche le respondió con su silencio de heno.
Samuel seguía perturbado por lo vivido. Seguía hablándole a la oscuridad y ésta, no le respondía. El silencio era absoluto, ni los grillos, ni lechuzas, ni murciélagos daban sus conciertos esa noche.
¡Se sintió tan solo! Desprotegido, maltratado, aturdido, desequilibrado, así se juzgaba. Es que Rosario era tan orgullosa y vanidosa, que creía que Samuel nunca iba a dejar de amarla… pero se equivocó, Samuel se cansó y él sabía que Rosario esperaría que él fuera a buscarla, pero ahora no iba a ser así.
Buscó dentro de un mueble viejo que había en su cuarto, un bolso grande, y comenzó a guardar sus ropas decidido a marchar. Ya no quiso pensar en ella, así es que comenzó a proyectarse en otro lugar lejos de allí, quizás en la gran ciudad en otra provincia, bien al sur. Si. Nadie sospecharía que él se iría a un lugar así, no debía decirle a nadie que se marchaba, de ese modo Rosario perdería todo contacto con Samuel.
Cuando el cielo comenzaba a aclarar y las estrellas se hacían casi invisibles, Samuel dio su última mirada a la casa en la que había nacido, donde había pasado toda su infancia y adolescencia. Abrió el corral para dejar ir a las gallinas, soltó el malacara, dejó la puerta entreabierta y comenzó su viaje de ida, sin regreso, sin despedida, sin llantos ni deseos de “buena suerte”. Nadie sabría de su partida ni de su destino.

Al amanecer me voy
sin rumbo, sin despedida.
Solo me acompaña la herida
de haber dado si recibir,
solo me resta partir
sin saber cual será mi suerte.

Creo que no me equivoqué
al tomar esta decisión,
es que tengo honor
no es orgullo ni desidia.
El amor no es solo un día,
el amor es compartir,
no me gusta presumir
ni parecer orgulloso,
pero creo que ni loco
me dejo engañar así.

Ahora me resta olvidar.
¿Olvidarla?
¡Imposible!
Solamente que me muera.
Aunque creo que ni así,
yo podría olvidar
un amor que ha de alcanzar,
en mi vida, un lugar ,
como el que tiene en el altar
mi madre en esta vida.

Y así fue como Samuel y Rosario terminaron con esa historia de amor.
Dicen que ella lo buscó por todas partes, y que cada noche lo esperaba en su casa, por las mañanas daba de comer a las gallinas y llevaba a pastar al malacara. Y que cuando había fiesta en el pueblo, Rosario iba hasta el nogal con la ilusión de volver a encontrar a Samuel, bajo su frondosa copa y allí poder abrazarlo otra vez, mordisqueando sus labios mientras él, apretado a su talle, acariciaba su espalda bajo la blusa.

Fin
3 de septiembre de 2009

Cuento con vos



Cuento con vos, con tu presencia que fluye en diminutos “te quiero” que, como lluvia, me empapan dando paso a la antesala del amor.

Quiero decirte…
Quiero cantarte…
Quiero arrullarte en mis pechos de amante.
Sentirte ardiente
y quemarme en tus brazos,
caminar tu cuerpo con mis manos.

Y en un arco iris,
en el cielo alto
medir la distancia que nos separa,
en perlas de besos
y de palabras.

Entonces tomarnos un tiempo para la pausa, para encontrarnos con nosotros  mismos, y ya no depender de una mentira para volver a vernos.

Volveré en primavera
con ramo de rosas
recordando un gesto
que tu mirar provoca.

Y si me dices “te quiero”
correré al encuentro
para seguir presa
de tus sentimientos.

Y ya sin mentiras, sin medias palabras, todo el tiempo para los dos. Pero si no regresas, solamente quedarà el recuerdo de este gran amor.



Juego adorable



Jugaba a meterme dentro tuyo, y al entrar me detenía en tu corazón. Latido con latido, en la profunda calma, me hallaba hablándote sin razón. Acaricio tu adentro y simplemente, me deslizaba por tu sangre a contemplar, como nada la incoherencia, la nostalgia y la rebeldía de esos años de la adolescencia.
Esa sangre que fluye a borbotones, 
recorriendo  tu cuerpo sin parar, 
me adormece y descuido mi presencia 
por estar nadando en tu mar. 
Oleajes de buenos sentimientos, 
espuma suave de tu mirar, 
celeste cielo veo en tu pecho, 
y algunas nubes dejando lágrimas gotear.
Me deslumbra tu paciencia, 
la soltura que tienes al hablar,
la luz de tus ojos que me invitan
a mirar el mundo con tu mirar.

Me duermo en tu pecho, ya mas calma y sin heridas. Las curaste todas en ese andar, donde pude sentir tus cosquilleos, y las mas dulces palabras de amor.
¡Recítame unos versos! ¡Calma mi sed de amar!
Sigamos caminando juntos por la vida que quiero que sea eterna en tu compañía.
¡Amado mío! Siéntate a mi lado y acaricia mi pelo como siempre. Toca mi espalda, mi cintura y recorre mis brazos con tus manos. A cambio te ofrezco, como siempre, mi amor, mi respeto y mi fidelidad.



martes, 9 de abril de 2013

Cada dìa

Imagina mis manos en tu cara.
Imagina mis pies sobre los tuyos.
En la inmensa alegria que me causas,
siento mi cuerpo flotar en armonìa.

El pinar del parque nos espera,
para arrullarnos en su madera corpulenta.
El agua de la fuente se hace clara,
como claros tus ojos me embelesan. 

Cada dìa te busco y te espero.
Cada sueño que tengo es contigo.
Cada dia que pasa mas te extraño.
Cada sueño contigo, yo lo vivo.

jueves, 16 de agosto de 2012

Juan Carlos



Adelanto en decir que cada mañana me permite ver al mundo como al mejor lugar del universo para vivir.
Comienza el día con frases bellas que describen al placer de amar de un modo fresco y decoroso. Conserva la mirada de un niño, con la ternura y el encanto de la inocencia reflejada en la piel. Camina a pasos livianos por la vida que lo merece por ser un digno representante de ella misma. Su diligencia por las cosas bellas, hacen de él un hombre que dibuja con su carisma un perfil delicado y proyectado a las cosas del destino, que a veces nadie puede imaginar por ser tan propias como su propia vida.
Acelera a mi corazón con propuestas deliciosas de placenteros y ardientes encuentros amorosos taxativos y beligerantes.
Comete errores que no modifica porque cree en el supremo perdón de reñidas confesiones, que al parecer, no soportan la calma del espíritu.
Reflexiona sobre la vida y la muerte de una manera que describe con perfección el sentido del placer cotidiano sin culpas. Su personalidad es tan atractiva, que enciende en mí una curiosidad desmedida por saber que piensa y que siente.  Su apariencia me deslumbra al descubrirlo incrédulo ante hechos de la vida que percibe como falsos. Su sensitividad le permite hallarse en un lugar de privilegio desde  donde observa los hechos y a las personas con un increíble talento emocional, permitiéndose aprender de cada uno de ellos.
Consideraciones sorprendentes sobre las personas que a veces no merecen de él nada digno, sin embargo, no expresa contradicciones mediante tramposas respuestas preparadas porque, sin duda, es más inteligente que malicioso. Persevera en todo, porque cree que una de las cosas más maravillosas de la vida, son los logros personales. Asegura un firme concepto sobre las personas que las describe de un modo tajante y certero, por ser observador y saber usar el sentido común.
Sincroniza al tiempo de abundantes creencias en sumarios de metástasis inquietas de la vida que nos sorprenden a cada momento.
Su paso tangible me otorga la seguridad que necesito para quedarme a su lado siempre y de modo incondicional. A cambio permito que sea solo él quien permanezca en mi cama. Cuido su amor porque sé que nadie va a amarme como él, y a él nadie va a amarlo como yo, porque lo que uno da lo recibe de la misma manera. Me gusta dormir con su cuerpo amarrado al mío, y cuando tuvimos que separarnos, he llorado cada noche por no tener su calor. Silenciosas miradas nos permiten sabernos seducidos el uno por el otro y al momento de encontrarnos solos, nos buscamos, en éxtasis compartido, como adolescentes hechizados por el placer de amar.




Te amo...

Me reflejè en tus ojos, con tu misma simpatìa, tus ganas de amar y encontrar la paz.
Caminè a tu lado, ni delante ni atràs. A tu lado. Para siempre...a tu lado.
Me encontrè amàndote, respetando tus silencios y miradas a la nada. Solo quiero estar con vos, como desde hace mas de tres dècadas, unida a tu cuerpo y a tu ser.
Me divierten tus sonrisas, la chispa de tu  humor, el jugueteo con las manos en mi espalda. Las palabras que me decìs al oido para que nadie màs sepa de nuestra intimidad. Me gusta compartir todo, sì, todo. Las charlas, caminatas, la huerta, nuestro trabajo, opiniones, paseos, tiempo libre.
El mar con su calma està lejos, pero lo encuentro cada vez que miro tus ojos. Tu boca con sus besos, me dice del amor que sentìs por mì. Tu cuerpo estremecido en el abrazo, me hace sentirme ùnica, como lo sos vos para mì.
Te amo.....

lunes, 14 de mayo de 2012

Poesìa: Loco de amor


Por  el río de ternura
De tanta poesía que llora,
No es mas que mi soledad que implora
De tus labios un alivio.

Que ya no me amas…
Que por ti desvivo….
Que si vienes o si vas
Que lo nuestro es un suicidio.

Entonces el alma grita
En su ahogo, un respiro,
De tintas y de papeles
De otoños y de vestidos.

¡Grita! Que no es tiempo
De melancolías escritas.
¡Llora! Que si es tiempo
De mendigar agonías.

Pero, tu me dijiste
De tus hazañas y en ritos
De los zurcos que te hicieron
En ensueños de amorìos.

¿Quién sabe?
¿Por què serà?
De todos modos los lirios
Florecen en primavera
Aunque nos pese el destino.

Y en sueños cantaràs,
En realidades camino.
En tu cuerpo trigo y miel,
En el mìo nieve y frìo.

Todo parece real,
Y todo parece ficticio
En la realidad de hoy
Donde tan solo desvarío.